La fantasmagórica repulsión, el odio amor que se siente al estar frente a frente con uno,
hace revivir los mitos de una infancia hostil o suprema, pero siempre, nos pone cara a cara,
con los distintos seres que somos a la vez.
Lunátika Guidaí.

miércoles, 4 de julio de 2012

Extraños.


La nuca inmóvil parecía preguntar -¿Qué miras?-. La clase transcurría y ella sonreía, prestando algo de atención a la profesora. Él no la miraba. A ella no le importaba, le bastaba con mirarlo aunque supiera que jamás sería la protagonista, ni siquiera una extra en alguno de sus sueños.
Del otro lado del salón, su inmovilidad daba la sensación de muerte, así se sentía. Ya no sabía ni de que le hablaban. Todos aquellos cuerpos que se movían como masa gris a su lado lo hacían sentir más solo que nunca.
Cerró los ojos. Aquella imagen lo atravesó como flecha. Era una imagen recurrente, no sabía si la habría soñado o si simplemente, su creativa mente la habría inventado. Aquella figura femenina, de ojos como el fuego le sonreía y lo hacía sentir a gusto.
Le interrumpió el pensamiento de golpe aquella voz -¿vamos?- preguntó tirándole de un brazo. No esperó la respuesta y volvió a jalar. –Si, vamos- Respondió atónito. El frío le pegaba en los huesos. Sacó su chaqueta, con intención de usarla, pero en menos de un segundo, estaba cubriendo a alguien más. No hizo falta una palabra, solo una sonrisa. Él no reclamó nada.
Volver al salón, parecía traerlo nuevamente a sus pensamientos, a su inmovilidad, y desde atrás, le regalaba su típica imagen a quien le miraba. Ella, volvió a acomodarse el pelo, intentó seguir a la profesora, pero ya se había vuelto inútil. Las ideas inertes, no servían de nada, y aquella excusa de docente, no sabría darles vida a las que recitaba constantemente, ni aunque la suya propia dependiera de ello.
Adelante, una idea lo sacó abruptamente de su sueño. –Yo conozco esa sonrisa- Y de pronto, algo en él tomó sentido. En su nariz la había tenido, pero no lo había notado. La dueña de aquellos ojos incendiarios era la misma.
No supo como disimular cuando él se volvió y notó que lo miraba. Sus ojos se volvieron tímidos. Él, ya no estaba inmóvil. Ella ya no veía su nuca. Se mordió el labio. El reconoció el gesto, ya lo había visto varias veces. Cruzaron sonrisas, por primera vez reconociéndose. Ya no eran extraños.
Las calles frías los esperaban, como siempre. Esta vez, la charla no era entre dos extraños. El, había encontrado su sueño, ella, ahora, podía saberse protagonista de algunos.
Guidaí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario