La nuca inmóvil parecía preguntar -¿Qué miras?-. La clase
transcurría y ella sonreía, prestando algo de atención a la profesora. Él no la
miraba. A ella no le importaba, le bastaba con mirarlo aunque supiera que jamás
sería la protagonista, ni siquiera una extra en alguno de sus sueños.
Del otro lado del salón, su inmovilidad daba la sensación de
muerte, así se sentía. Ya no sabía ni de que le hablaban. Todos aquellos
cuerpos que se movían como masa gris a su lado lo hacían sentir más solo que
nunca.
Cerró los ojos. Aquella imagen lo atravesó como flecha. Era
una imagen recurrente, no sabía si la habría soñado o si simplemente, su
creativa mente la habría inventado. Aquella figura femenina, de ojos como el
fuego le sonreía y lo hacía sentir a gusto.
Le interrumpió el pensamiento de golpe aquella voz -¿vamos?-
preguntó tirándole de un brazo. No esperó la respuesta y volvió a jalar. –Si,
vamos- Respondió atónito. El frío le pegaba en los huesos. Sacó su chaqueta,
con intención de usarla, pero en menos de un segundo, estaba cubriendo a
alguien más. No hizo falta una palabra, solo una sonrisa. Él no reclamó nada.
Volver al salón, parecía traerlo nuevamente a sus
pensamientos, a su inmovilidad, y desde atrás, le regalaba su típica imagen a
quien le miraba. Ella, volvió a acomodarse el pelo, intentó seguir a la
profesora, pero ya se había vuelto inútil. Las ideas inertes, no servían de
nada, y aquella excusa de docente, no sabría darles vida a las que recitaba
constantemente, ni aunque la suya propia dependiera de ello.
Adelante, una idea lo sacó abruptamente de su sueño. –Yo
conozco esa sonrisa- Y de pronto, algo en él tomó sentido. En su nariz la había
tenido, pero no lo había notado. La dueña de aquellos ojos incendiarios era la
misma.
No supo como disimular cuando él se volvió y notó que lo
miraba. Sus ojos se volvieron tímidos. Él, ya no estaba inmóvil. Ella ya no
veía su nuca. Se mordió el labio. El reconoció el gesto, ya lo había visto
varias veces. Cruzaron sonrisas, por primera vez reconociéndose. Ya no eran
extraños.
Las calles frías los esperaban, como siempre. Esta vez, la
charla no era entre dos extraños. El, había encontrado su sueño, ella, ahora,
podía saberse protagonista de algunos.
Guidaí.
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