La fantasmagórica repulsión, el odio amor que se siente al estar frente a frente con uno,
hace revivir los mitos de una infancia hostil o suprema, pero siempre, nos pone cara a cara,
con los distintos seres que somos a la vez.
Lunátika Guidaí.

miércoles, 11 de julio de 2012

Hormigas.

Las luces estaban apagadas cuando llegué. Apenas una tenue luminosidad proveniente del aparato, con el volumen ensordecedor de siempre, brillaba al final del pacillo. –Hola- Dije, un poco mas por compromiso que por cortesía. Nadie respondió.
                Las almas en pena, apresadas en un cuerpo que se echaba a perder conforme pasaban los segundos escuchando la basura trasmitida por el canal de moda, parecían más lúgubres que de costumbre. –Lo sé. -Pensé- El ambiente de este lugar nunca ha sido de los más cálidos, pero por algún motivo, hoy parece más oscuro.
                Atravesé el vestíbulo y el living. Ya estaba en la cocina, enfrentado a la escalera que llevaba a mi cuarto, cuando la vi. Con la mirada perdida. Llevándose a la boca el humeante café. Una sonrisa sínica se dibujó en mis labios al tiempo que en mi mente resonaba –Ni siquiera la cafeína pura te despertaría, durmiente-.
                -No tienen una vida que conocer, no hacen más que seguir un camino de hormigas, ya marcado. Predispuesto. Desde lo que necesitan, hasta su refugio, sin salirse jamás, como el trayecto que recorre esa tasa en su mano. Desde la mesa a sus labios y de regreso, hasta vaciarse completamente.- Pensé.
                Saqué mi celular para intentar localizar una vez más sin éxito al único cuerpo con un alma viva, que compartía con pena la desdicha de vivir entre ellos. No estaba en su pieza. Volvería en la mañana, alcanzó a avisarme; no sin antes reclamar, –Demasiada poesía para hablar de un lugar así.- Suspiré. –Todo un día atrapado con ellos. Genial-.
                Cuando ella no estaba, mi mundo se limitaba un poco. No tenía a donde ir. Mis colegas no estaban en la ciudad, algo de un viaje por el receso de sus estudios, oí. Así que me refugié en mis libros, una vez más. Unas horas después, ya ni mis mejores libros, ni la música, ni el mate y el tabaco me alcanzaban para dejar de pensar que estaba encerrado en la diminuta habitación. Decidí salir. Quien sabe a dónde.
Sin más compañía que la de mis ideas, salí como disparado de aquel lugar, sin despedirme, ni mediar palabra con nadie, obviando todo acto de protocolo. Mi mente no se callaba. Confusa entre letras de canciones que nunca llegué a escribir, frases de quién sabe qué autor de todos los que ya leí, y seguramente, un par de cosas más enredadas por allí.
Me quedé parado mirando una pared. En ese momento sentí que ese pedazo de muro, sin dueño, era mi pedazo de mundo. Mi oportunidad de hablarle a los que no escuchan. De hablar más allá de lo que quieren escuchar, y de decir más de lo que quieren que diga.
Busqué en mi mochila. Cualquiera diría que lo que hice fue un acto de vandalismo. Yo digo que no hacerlo habría sido un acto peor. Tomé un aerosol rojo, que hacía bastante estaba ahí, como esperando su momento, y sin pensarlo escribí: NO QUIERO SER UNA HORMIGA.

Para quien no quiere
vivir como hormiga.

Guidaí.

1 comentario:

  1. Sos un ser demasiado excepcional para ser una hormiga!!!! Ojala encuentres el camino que te lleve a brillar por encima del mundo mundano en el que vivimos sumergidas las hormigas de este mundo. te quiero!!!!

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