Inhalación.
Percibió el aroma del
deber. Casualmente, coincidía con el del deseo. La sonrisa burlona se volvió a
dibujar en su rostro insano. Esta vez la misión sería cumplida; No sabía cómo
estaba tan seguro, pero podría haberlo jurado.
La sangre que pintaría
sobre el papel tapiz de las flores, acompañada por los pedazos de aquel cerebro
ya obsoleto, el casquillo en el suelo, tal vez como a un metro de la pared.
Casi podía verlo tendido en el piso. No podía evitar fantasear con la fatídica
escena.
Exhalación.
-¿Dónde estás?-
preguntó con su sonrisa bufonesca. –El silencio respondió. Miró a su alrededor:
oscuridad.
Se enciende la luz.
Otra vez él y su aroma en el diminuto cuarto de hotel. Otra vez el papel tapiz
de las flores otra vez la ventana cerrada y el insecto muerto en el rincón.
Se escucha un ruido.
Sofocante ruido del asesino encarnando a su víctima. Luego silencio. Como en un
cuadro casi perfecto, con el detalle mínimo que le arruina, el casquillo quedó
más cerca de la pared de las flores; ¿quién lo hubiera predicho?
Guidaí.
Gracias JC.