La fantasmagórica repulsión, el odio amor que se siente al estar frente a frente con uno,
hace revivir los mitos de una infancia hostil o suprema, pero siempre, nos pone cara a cara,
con los distintos seres que somos a la vez.
Lunátika Guidaí.

viernes, 6 de julio de 2012

De amores, borrachos y poetas.


Reconociéndose, notó reconocerlo. La cara apretada contra la suya, los besos aguantados  como presos sin escapatoria. -¿Qué ha pasado?- Se preguntó sorprendida. –No soy más que esto, más que lo que ya conoce; Soy las pocas cosas buenas que vivió y los muchos defectos que resistió, y sin embargo...-
                Había que reconocer que el tiempo parecía no haber pasado. Aquellos besos, aquel perfume, incluso el deseo era el mismo. Él estaba ahí, en el mismo lugar de siempre. Donde pese a todo, había permanecido; enfrentando miedos, llantos, dolores, y hasta fuego cruzado.
                Un viejo borracho y cantor había dicho de si mismo cursi, al pronunciarse sobre unos labios con sabor a sueños. Pero esa cursilería era propia de los poetas como ese viejo, borracho, vomitando versos que escapan a la comprensión de los muertos que aún viven.

A ella, simplemente le gustaba besarlo, y sentir como por un instante escapaban del voraz apetito de Cronos, quién, pese a sus intentos, no lograba tocarlos. Se volvían inalcanzables. Como si fueran incorpóreos, casi como cuerpos muertos, como vida de alma pura. Por un momento, cuando sus labios encontraban regocijo en los de él, el tiempo perdía su fuerza.
                -No tengo nada que pueda darte- Le dijo con los ojos tristes. –No soy lo que esperas, ni quiero serlo, solo soy yo, y ya sabes lo que eso significa.- Él no parecía escuchar. Aún la besaba. -¡Basta!- Dijo empujándolo para que se detuviera. Las miradas se encontraron.
                -No sé qué es lo que crees que espero de ti, pero sea lo que sea, no es eso lo que yo quiero. Lo que yo quiero, es que seas diferente, que me des problemas, que me hagas reír, que seas niña encarnada en mujer, que me llenes de deseo unas veces, y otras solo me hinches de ternura. Que me beses y sientas que el tiempo se ha detenido, y que el padre del rey del Olimpo, no puede ponernos sus garras encima. Quiero contradecir al tiempo en tu boca, quiero que seas lo que eres, y me dejes ser lo que soy.-  Ella enmudeció por completo. Él volvió a acercarse. Una vez más cruzaron fuego, miradas, palabras que nunca se dijeron, pues no hicieron falta.

Para él, por seguir siendo
la luz de mi vida.

Guidaí.

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