-Dije que no.- Las palabras
retumbaron por la habitación cortando el silencio, la cara de sus padres, su
hermano, la empleada, y todos los presentes se tornó una mueca de horror. –Pero
como..?- No, no iba a pasar, estaba decidida a pelear por ello. Nadie la iba a
obligar. Ni siquiera él.
La tarde pasó lenta para él, esperando que sus
padres volvieran de aquel almuerzo que habían estado esperando desde hacía ya
meses. Los vio doblar en la esquina,
luego estacionar al frente. Los escalones de madera del porche donde estaba
sentado, crujieron al tiempo que los sentimientos se le mezclaban en el
estómago. Y la sonrisa que se le había dibujado, se borró instantáneamente al
ver las caras que traían aquellos.
-Nunca más la vas a volver a ver.
Esa niña no es para vos, ni para esta familia, te lo aseguro. – Dijo su padre
con gesto severo –No me sorprende que la
eligieras vos, es una decepción, un error mal educado, igual que vos.-
Siempre era lo mismo, cada vez que su padre abría la boca, soltaba palabras similares.
Ya casi no podía recordar la última vez que le había oído decir “te quiero”.
Por eso la había elegido, es
verdad, no era una dama de sociedad, sus modales no eran los más refinados, no
era la mujer que sus padres querrían de nuera. Seguramente no fuera la que
entraría con el largo vestido blanco y las flores a la iglesia para darle el
sí. Pero eso era exactamente lo que le fascinaba de ella. Era simple, muchas
veces intimidante, graciosa, y tenía un inmenso amor por la humanidad, algo que
él, entre sus muchas propiedades, nunca había sentido, hasta encontrarla.
Levantó la mirada, allí estaba su
madre, decepcionada, si, pero no con el mismo enfado que su padre. –¿Qué fue lo
que pasó?- Preguntó. –Tu padre le dijo a los suyos que si ella deseaba estar
contigo, debería casarse, y ella lo rechazó sin dudarlo. Es obvio que no
pensaba estar contigo toda la vida, lo mejor es que la olvides.-
¿Cómo podía ser lo mejor olvidar
a la única persona que lo había hecho sentir vivo? Tal vez si la veía una
última vez pudiera entenderla. Esa noche, se cercioró de que todos estuvieran
dormidos. Tomó las llaves del auto. Saltó por su ventana y partió. Su casa no
era en nada similar a la de ella. Ésta era humilde y simple. Aquella familia no
era pobre, pero como era de esperarse, tampoco poseía el capital que tenía la
suya.
Con un golpe de una piedra en el
vidrio de su cuarto, la despertó y atrajo su atención a la ventana. En estos
últimos meses, se había vuelto un experto en ese arte, para llevarla por las
noches hasta algún punto apartado de la ciudad y tenerse solos, el uno para el
otro. La vio desde detrás del vidrio. Se asomó y al verlo, la sonrisa más
amplia se dibujó en su rostro.
Se escabullo, desde la ventana,
por el techo hasta el árbol y bajó. –Creí que después de lo que tuve que vivir
con tus padres, no volvería a verte.- Dijo mientras le tomaba las manos. –¿Por qué
no quieres casarte? Nos amamos! Con una simple ceremonia seríamos libres de
todos ellos! Ella sonrió, sabía que quizás el no entendería, pero aún así lo
intentó. Tomo aire y dijo – Me ofende que crean, que necesitamos de un papel
firmado para jurarnos amor. Yo no lo necesito, sé que me amas! –
Era obvio. Ella no era como los
demás. ¿Por qué motivo idiota iba a querer lo que todas las demás quieren? ¿No
era eso lo que lo había enamorado desde un principio? Le sonrió. –Huye conmigo
entonces. De otro modo nunca vamos a estar juntos y en paz.-
Ella no dijo nada, dio la vuelta
y subió a su cuarto. -Tal vez era demasiado pronto, o quizás estará mejor sin
mí- pensó. Segundos más tarde volvió a bajar con un pequeño bolso. -Sé que no es mucho- dijo mientras dejaba
caer el bolso con algo de dinero en el –pero es lo que tengo.-
No faltó que se dijeran nada más.
Ambos sonrieron, se subieron al auto y partieron hacia algún lugar, para
amarse, sin un papel que lo demuestre. ¿Qué mas prueba de amor que dejar todo
atrás por el otro? ¿Qué mas joya que la sonrisa que dibujaban en el otro? Para
amarse, solo necesitaban al otro.
Guidaí
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