La fantasmagórica repulsión, el odio amor que se siente al estar frente a frente con uno,
hace revivir los mitos de una infancia hostil o suprema, pero siempre, nos pone cara a cara,
con los distintos seres que somos a la vez.
Lunátika Guidaí.

martes, 26 de junio de 2012

Papeles.


-Dije que no.- Las palabras retumbaron por la habitación cortando el silencio, la cara de sus padres, su hermano, la empleada, y todos los presentes se tornó una mueca de horror. –Pero como..?- No, no iba a pasar, estaba decidida a pelear por ello. Nadie la iba a obligar. Ni siquiera él.
 La tarde pasó lenta para él, esperando que sus padres volvieran de aquel almuerzo que habían estado esperando desde hacía ya meses.  Los vio doblar en la esquina, luego estacionar al frente. Los escalones de madera del porche donde estaba sentado, crujieron al tiempo que los sentimientos se le mezclaban en el estómago. Y la sonrisa que se le había dibujado, se borró instantáneamente al ver las caras que traían aquellos.
-Nunca más la vas a volver a ver. Esa niña no es para vos, ni para esta familia, te lo aseguro. – Dijo su padre con gesto severo –No me sorprende que la  eligieras vos, es una decepción, un error mal educado, igual que vos.- Siempre era lo mismo, cada vez que su padre abría la boca, soltaba palabras similares. Ya casi no podía recordar la última vez que le había oído decir “te quiero”.
Por eso la había elegido, es verdad, no era una dama de sociedad, sus modales no eran los más refinados, no era la mujer que sus padres querrían de nuera. Seguramente no fuera la que entraría con el largo vestido blanco y las flores a la iglesia para darle el sí. Pero eso era exactamente lo que le fascinaba de ella. Era simple, muchas veces intimidante, graciosa, y tenía un inmenso amor por la humanidad, algo que él, entre sus muchas propiedades, nunca había sentido, hasta encontrarla.
Levantó la mirada, allí estaba su madre, decepcionada, si, pero no con el mismo enfado que su padre. –¿Qué fue lo que pasó?- Preguntó. –Tu padre le dijo a los suyos que si ella deseaba estar contigo, debería casarse, y ella lo rechazó sin dudarlo. Es obvio que no pensaba estar contigo toda la vida, lo mejor es que la olvides.-
¿Cómo podía ser lo mejor olvidar a la única persona que lo había hecho sentir vivo? Tal vez si la veía una última vez pudiera entenderla. Esa noche, se cercioró de que todos estuvieran dormidos. Tomó las llaves del auto. Saltó por su ventana y partió. Su casa no era en nada similar a la de ella. Ésta era humilde y simple. Aquella familia no era pobre, pero como era de esperarse, tampoco poseía el capital que tenía la suya.
Con un golpe de una piedra en el vidrio de su cuarto, la despertó y atrajo su atención a la ventana. En estos últimos meses, se había vuelto un experto en ese arte, para llevarla por las noches hasta algún punto apartado de la ciudad y tenerse solos, el uno para el otro. La vio desde detrás del vidrio. Se asomó y al verlo, la sonrisa más amplia se dibujó en su rostro.
Se escabullo, desde la ventana, por el techo hasta el árbol y bajó. –Creí que después de lo que tuve que vivir con tus padres, no volvería a verte.- Dijo mientras le tomaba las manos. –¿Por qué no quieres casarte? Nos amamos! Con una simple ceremonia seríamos libres de todos ellos! Ella sonrió, sabía que quizás el no entendería, pero aún así lo intentó. Tomo aire y dijo – Me ofende que crean, que necesitamos de un papel firmado para jurarnos amor. Yo no lo necesito, sé que me amas! –
Era obvio. Ella no era como los demás. ¿Por qué motivo idiota iba a querer lo que todas las demás quieren? ¿No era eso lo que lo había enamorado desde un principio? Le sonrió. –Huye conmigo entonces. De otro modo nunca vamos a estar juntos y en paz.-
Ella no dijo nada, dio la vuelta y subió a su cuarto. -Tal vez era demasiado pronto, o quizás estará mejor sin mí- pensó. Segundos más tarde volvió a bajar con un pequeño bolso.  -Sé que no es mucho- dijo mientras dejaba caer el bolso con algo de dinero en el –pero es lo que tengo.-
No faltó que se dijeran nada más. Ambos sonrieron, se subieron al auto y partieron hacia algún lugar, para amarse, sin un papel que lo demuestre. ¿Qué mas prueba de amor que dejar todo atrás por el otro? ¿Qué mas joya que la sonrisa que dibujaban en el otro? Para amarse, solo necesitaban al otro.


Guidaí

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