El vestido blanco de Sophia
comenzaba a mostrar las primeras manchas de barro. Su pálida cara casi se
perdía en el color hueso del vestido. Allí estaba, con la mirada perdida en el
profundo hueco bajo la torrencial lluvia que se había desatado hacía pocos
minutos. A su lado, Elphias, inmovil y helado esperaba las primeras palabras de
reconforte.
Sus ojos estaban llenos de lágrimas
que contenía a la fuerza, por eso que le había enseñado su padre, de que los hombres no lloran. Sophia no decía
nada. Los adultos, parados a pocos metros de los niños, solo miraban a Elphias
y cuchicheaban entre ellos. Muchos lloraban; Elphias casi no podía contenerse,
cuando Sophia habló.
-
Amo sentir la lluvia
sobre mi piel. Se siente casi como si el mismo cielo se desmoronara sobre mí,
dejando nada excepto esa maravillosa y extasiante sensación. Cual si me
rindiera de ojos cerrados, a la lluvia en mi cara, con mis pies en la tierra...
Puedo sentir la conexión. Porque al fin y al cabo, somos eso, verdad? Una conexión
continua, una entidad superior...
-
Sophia… –La voz entrecortada de
Elphias dejaba entrever las lagrimas que se resistía a dejar salir.- ¿Hablas
de Dios?
-
Quizas... O quizás de la
trascendencia. Eso me intriga.
-
¿Trascendencia? No lo
entiendo...
-
Es muy simple, en verdad,
Elph… Somos la tierra, el hombre, los pájaros, la lluvia...
-
Sigo sin entender.
-
Eres demasiado... ¡Demasiado tú! -La mirada de Sophia se volvió
violenta por un instante. Usualmente Elphias no podía ver lo que ella veía,
pero eso no solía ser un problema. No obstante. Aquella tarde gris parecía
haberle robado las ganas de hacerse entender.
-
Somos demasiado
diferentes-
Comentó Elphias distraidamente al ver que su amiga no volvía a hablar.
-
Ese es el problema de los
humanos... ¡Se creen tan distintos! Jamás ven más allá de su superficie. No
comprenden la unión divina que poseen con el universo.
-
“Los humanos” ¡bah!
Hablas como si tú no fueras humana. ¿Y cuál es esa unión, Sophia? ¿La muerte?
-
Precisamente- sonrió como lo hacen los que saben más de lo que dicen, antes de
continuar.
Elphias no la
interrumpió. Se quedó mirándola, como hechizado por las palabras que salían de
la boca de la pálida figura de su amiga.
-
Al morir,
nuestro cuerpo entra en un ciclo mucho mayor que el de la vida humana. Todos
integramos todo. ¿No lo ves? Hoy somos en forma humana; mañana, quién sabe.
Alimento para los bichos de la tierra, como los gusanos, que a la vez serán
alimento de los pájaros, quienes, en algún momento serán devorados por otros. O
quizás seamos abono de la tierra, de donde nacerán árboles, que darán hermosos
frutos. Tal vez Elph, algún día sea un hermoso manzano. ¡Eso me gustaría mucho!
Y si eso ocurre, me gustaría que niños como tu se alimenten de mi, y así ser en
ellos, como hoy tu eres en tu cuerpo. ¿Lo puedes ver ahora? –Sophia hablaba
con emoción, como si nada pudiera convencerla de que lo que pensaba era una
locura.
-
¿Y Dios?
- - ¿Dios? Tal vez él es
quién se encarga de que el ciclo funcione...
- - Tal vez ahora lo
entienda.
- Las imágenes de todo el círculo vital que recorrería él, luego de entrar en
un hoyo como el que contemplaba ahora mismo, llegaron todas de golpe, pero
ninguna de ellas pudo evitar una última pregunta: -Y el alma, Sophia?- cuestionó tímidamente, al tiempo que giraba la
cabeza para ver que su amiga ya no estaba a su lado. -Supongo que no tienes una respuesta para eso, ¿eh Soph?-
Lanzó las flores que
sujetaba en una mano al hueco. Ya no pudo contener el llanto, cuando su madre
se acercó para preguntar -¿Con quién
hablas, hijo?- y él no pudo responder. Echó una última mirada al hueco
donde ahora habían bajado el cajón de madera, y susurró -Adiós, Sophia.- Luego echó a andar al lado de su madre.
Guidaí.
excelente realmente excelente, me encanta como escribes, soy fan tuyo y de tus escrituras.
ResponderEliminarGracias Lupin :) Me encanta recibir comentarios de tan buenos ánimos! Prometo mantenerte al tanto con mis escritos.
EliminarCariños, Tonks.
Me encantó... sensacional !!
ResponderEliminarAndrés Maidana